El 10 de julio de 1929, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) alcanzó un hito fundamental en su historia: la obtención de su autonomía. Este logro fue el resultado de un intenso movimiento estudiantil que comenzó a principios de ese año, motivado por cambios en los exámenes y la estructura académica, y que rápidamente escaló a una lucha por la independencia universitaria.
El conflicto se intensificó el 23 de mayo de 1929, cuando estudiantes de la Escuela de Derecho se enfrentaron violentamente con la policía y bomberos. Este enfrentamiento, que dejó numerosos heridos, fue un punto de inflexión que llevó a un apoyo masivo de otras facultades y de la opinión pública. La presión ejercida por los estudiantes y la sociedad civil obligó al presidente Emilio Portes Gil a considerar seriamente sus demandas.
Finalmente, el 10 de julio de 1929, el presidente Portes Gil promulgó la Ley Orgánica que otorgaba la autonomía a la UNAM. Esta ley permitió a la universidad gobernarse a sí misma, elegir sus propias autoridades, administrar sus recursos y garantizar la libertad de cátedra. La autonomía significó un gran avance en la independencia política y administrativa de la universidad, asegurando que sus decisiones no estuvieran sujetas a influencias externas.
La autonomía de la UNAM no solo fue un triunfo para los estudiantes de 1929, sino que también sentó las bases para el desarrollo académico y científico de la institución. Desde entonces, la UNAM ha sido un bastión de la libertad académica y un espacio para la expresión de diversas corrientes de pensamiento, contribuyendo significativamente al progreso educativo y cultural de México.
Hoy, la autonomía universitaria sigue siendo un pilar esencial para la UNAM y otras instituciones de educación superior en el país. Este principio garantiza que las universidades puedan cumplir con su misión de formar profesionales competentes y ciudadanos críticos, capaces de contribuir al desarrollo de la sociedad mexicana.
Deja una respuesta