Trump disuelve el DOGE ocho meses antes del cierre oficial en Estados Unidos

El gobierno de Estados Unidos confirmó la disolución anticipada del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), uno de los proyectos estrella del presidente Donald Trump para achicar el tamaño del Estado y recortar gastos, a ocho meses de la fecha oficial prevista para su cierre. La desaparición del organismo fue revelada sin anuncio formal ni acto de clausura, luego de que el director de la Oficina de Gestión de Personal (OPM), Scott Kupor, respondiera a la prensa que el DOGE “ya no existe”, confirmando así el fin de una oficina que nació con fuerte promoción mediática y cierra sin un balance público de resultados claros.

El DOGE fue creado en enero de 2025 como una agencia dedicada a detectar redundancias burocráticas, recortar plantillas, cerrar dependencias consideradas innecesarias y reorientar recursos hacia prioridades de la administración Trump, con el objetivo declarado de hacer al gobierno más “ágil, barato y eficiente”. Durante sus primeros meses, el organismo estuvo encabezado por Elon Musk en calidad de asesor especial, etapa en la que se ejecutaron recortes de personal federal, cancelaciones de contratos y reducción de subvenciones, acumulando críticas por el impacto social de las medidas y por posibles conflictos de interés debido al acceso del empresario a información sensible del aparato federal.

Tras la salida de Musk del proyecto, en medio de desacuerdos con Trump por el rumbo fiscal y el aumento del déficit, el DOGE fue perdiendo protagonismo y capacidad operativa. Kupor explicó que sus funciones han sido absorbidas por la OPM y la Oficina de Gestión y Presupuesto, que “institucionalizarán” —según dijo— los principios impulsados por la agencia: desregulación, combate al fraude y al despilfarro, y remodelación de la plantilla federal. No obstante, analistas en administración pública señalan que la oficina terminó convertida más en un símbolo político que en un motor real de reforma, al no ofrecer datos verificables sobre ahorros estructurales ni concluir varias auditorías anunciadas.

La disolución también se interpreta como un reconocimiento implícito de las limitaciones de un modelo de “choque” contra la burocracia, aplicado en un contexto de alta polarización, cierres de gobierno y tensiones internas en la Casa Blanca. Fuentes citadas en medios estadounidenses señalan que el DOGE llevaba meses prácticamente paralizado, sin liderazgo central ni calendario de trabajo, mientras algunos de sus cuadros técnicos se reubicaron en otros proyectos, como el Estudio Nacional de Diseño, dirigido por Joe Gebbia (cofundador de Airbnb), que ahora busca modernizar la imagen y usabilidad de los sitios web gubernamentales.

Para críticos y defensores, el legado del DOGE queda en entredicho: unos lo ven como un experimento fallido que agravó la incertidumbre entre empleados federales, otros como una señal de que, pese a su cierre, la agenda de recortes regulatorios y uso intensivo de inteligencia artificial para “optimizar” el gobierno seguirá avanzando desde otras oficinas. Lo cierto es que el fin inesperado de la agencia reabre el debate sobre cómo hacer más eficiente al sector público sin sacrificar transparencia, estabilidad institucional ni derechos laborales.

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