Este viernes 28 de junio, los iraníes acuden a las urnas para elegir a un nuevo presidente en unas elecciones anticipadas convocadas tras el fallecimiento del anterior mandatario, Ebrahim Raisi, en un accidente de helicóptero el pasado 19 de mayo.
Más de 61 millones de ciudadanos están llamados a votar en los 58,640 colegios electorales distribuidos por todo el país. La jornada electoral se desarrolla en un clima de apatía generalizada, producto de años de crisis económica, protestas multitudinarias y tensiones en la región de Oriente Medio.
Cuatro candidatos compiten por la presidencia, todos ellos hombres mayores de 50 años. Los principales contendientes son dos conservadores: Saeed Jalili, ex negociador nuclear, y Mohammad Bagher Qalibaf, actual presidente del Parlamento. El único aspirante reformista es Masoud Pezeshkian, un cirujano cardiovascular de 69 años que busca mejorar las relaciones con Occidente y retomar el acuerdo nuclear de 2015.
El líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, fue uno de los primeros en emitir su voto, instando a la población a participar masivamente en los comicios. Sin embargo, los analistas prevén una baja participación, reflejo del desencanto ciudadano con la República Islámica.
Las elecciones se celebran en un momento de alta tensión regional, marcado por la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza y el reciente ataque directo de Irán contra territorio israelí. Además, el país continúa con su programa de enriquecimiento de uranio, acercándose a niveles próximos a los necesarios para fabricar armas nucleares.
Si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos, se celebrará una segunda vuelta el 5 de julio. Los resultados oficiales se esperan para el domingo, aunque el sábado se harán públicas las primeras estimaciones.
Estas elecciones determinarán el rumbo de la política interna y externa de Irán en los próximos años, en un contexto de crecientes desafíos económicos y geopolíticos para la República Islámica.
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