La ciudad de Belém, en el corazón de la Amazonía brasileña, es el epicentro de la COP30, la cumbre climática más relevante de la década, que comenzó este viernes con un llamado urgente de la ONU para actuar “sin dilaciones” y evitar el desastroso avance del calentamiento global. Delegaciones de más de 190 países, científicos, organismos internacionales y sociedad civil responden a la advertencia del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien subrayó que el tiempo para arbitrar acuerdos cruciales «se está agotando» y que la humanidad se enfrenta a “pérdidas irreversibles” de ecosistemas, vidas y subsistencia si no se toma acción real y efectiva.
La cumbre COP30 marca un hito por celebrarse en Brasil, bajo el liderazgo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha situado la defensa de la Amazonía como símbolo internacional de la lucha climática. En la sesión inaugural, Lula denunció que los compromisos de las potencias contaminantes “han quedado en palabras” y demandó avanzar hacia “acciones concretas y financiación robusta” para la protección de bosques y transiciones justas hacia energías limpias. Brasil ofreció su experiencia en bioeconomía e innovación en políticas de conservación, remarcando que la Amazonía debe ser prioridad global.
El evento fue inaugurado en medio de nuevos reportes científicos que advierten que, si no se cumplen los acuerdos de París y se limita el aumento de la temperatura a 1.5 °C, el planeta enfrentará mayor frecuencia de sequías, incendios forestales, inundaciones extremas y pérdida acelerada de biodiversidad. La ONU alertó que la ventana de oportunidad para la descarbonización se está cerrando y reclamó a los países desarrollados cumplir —y elevar— sus compromisos de financiamiento para que las naciones en desarrollo puedan adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático.
La COP30 contempla debates clave sobre la eliminación progresiva de combustibles fósiles, el futuro de los mercados de carbono, metas de protección de la biodiversidad y nuevas fórmulas de cooperación tecnológica. Participan desde líderes de los países del G20 hasta comunidades indígenas y jóvenes activistas, quienes exigen mayor justicia climática y que las soluciones “salten de las promesas a los hechos”, haciendo énfasis en la necesidad de incluir voces locales para proyectos de adaptación y resiliencia.
La presión sobre los negociadores es máxima: la sociedad civil brasileña y ONGs internacionales exigen mecanismos de transparencia y rendición de cuentas para evitar que la COP30 repita la falta de avances de cumbres anteriores. La ONU, Brasil y bloques como la Unión Europea insisten en que este año no puede haber más retrasos y que la transformación estructural debe comenzar en este ciclo, o el futuro del planeta estará en juego.



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