Un día como hoy, pero de 1873, nació en Parras de la Fuente, Coahuila, Francisco I. Madero, uno de los personajes más emblemáticos de nuestra historia nacional. Su legado como líder del movimiento democrático que dio inicio a la Revolución Mexicana sigue vivo más de un siglo después, y vale la pena recordarlo como el hombre que desafió al poder… con una consigna que cambió al país.
¿Quién fue Madero y por qué sigue siendo tan importante?
Francisco I. Madero no era cualquier político. Venía de una familia acaudalada, pero decidió ponerse del lado del pueblo, enfrentando al entonces presidente Porfirio Díaz, quien llevaba más de 30 años en el poder. Fue Madero quien popularizó la frase que hoy nos sigue acompañando: “¡Sufragio efectivo, no reelección!”
A través de su libro La Sucesión Presidencial en 1910, Madero denunció la falta de democracia en México y pidió elecciones libres y auténticas. Sus ideas incomodaron tanto al régimen que fue encarcelado, pero eso no lo detuvo. Escapó y llamó al pueblo a levantarse en armas el 20 de noviembre de 1910, dando inicio a la Revolución Mexicana.
Un líder con principios firmes y visión moderna
Madero no solo se oponía a la dictadura, también promovía la libertad de expresión, el respeto a los derechos humanos y la participación ciudadana. Creía que la democracia era posible en México, aunque sus ideales lo enfrentaran a enemigos dentro y fuera del movimiento revolucionario.
En 1911 fue electo presidente, uno de los primeros en llegar al poder por la vía democrática, pero su gobierno fue breve. En 1913 fue víctima de un golpe de Estado conocido como la Decena Trágica, donde fue traicionado y asesinado junto a su vicepresidente, José María Pino Suárez.
Su legado sigue vivo, incluso en nuestras calles
Hoy, Francisco I. Madero da nombre a avenidas, escuelas y espacios públicos. Su rostro aparece en billetes antiguos y su pensamiento sigue siendo una referencia obligada cada vez que se habla de democracia en México.
A pesar de su trágico final, su voz sigue resonando cada vez que alguien defiende el voto libre, la no reelección y el poder del pueblo para decidir. Es un recordatorio de que la democracia no se hereda: se construye y se defiende todos los días.
 




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