Estados Unidos envió tres destructores equipados con misiles guiados Aegis al límite del mar territorial venezolano, en una maniobra que ha elevado significativamente la tensión entre Washington y Caracas. La operación, confirmada por fuentes estadounidenses, representa el despliegue militar más importante de EE.UU. en la región Caribe en décadas y está motivada por la lucha contra los carteles de droga que, según el gobierno estadounidense, operan en la zona sur del Caribe.
Además de los destructores, el despliegue incluirá aproximadamente 4,000 marines, submarinos de ataque y aviones de espionaje P-8 en lo que se denomina una estrategia integral para combatir el narcotráfico y las amenazas relacionadas con organizaciones calificadas como terroristas por Estados Unidos como el llamado Cártel de los Soles. Esta acción responde a una orden del presidente Donald Trump emitida el 8 de agosto, que autoriza el uso de fuerzas armadas para intervenir directamente contra carteles extranjeros en aguas territoriales designadas.
Frente a estas medidas, el gobierno venezolano, encabezado por Nicolás Maduro, ha ordenado la activación de las milicias leales en todo el país como respuesta a la presión generada por el cerco militar estadounidense. En un acto público transmitido por televisión, Maduro afirmó que desplegará más de 4.5 millones de milicianos preparados y armados para contrarrestar lo que calificó de amenazas «estrafalarias» y «extravagantes» provenientes de Estados Unidos.
Las autoridades venezolanas interpretan el envío de la flota naval como un acto de provocación que agudiza la crisis política y social que atraviesa el país, marcado además por la presión internacional y sanciones económicas. Este despliegue militar es el más grande en la región desde la invasión de Panamá en 1989 y evidencia la creciente tensión entre ambos países, con implicaciones directas para la estabilidad y seguridad regional.
En este contexto, expertos en seguridad advierten que la operación estadounidense podría tener un impacto significativo en la dinámica del narcotráfico y en la geopolítica de América Latina, al tiempo que generan preocupación acerca de un posible aumento de las confrontaciones militares indirectas en el Caribe. La presión ejercida desde Washington busca cortar las rutas de entrada de drogas al territorio estadounidense, responsabilizando a los carteles y a las estructuras vinculadas al régimen venezolano.
Este aumento en la actividad militar y la activación de las milicias reflejan un escenario tenso donde ambas naciones se posicionan con firmeza en sus respectivos objetivos. La situación demanda seguimiento constante para entender las posibles consecuencias en la estabilidad de la región y en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Venezuela.
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