El presidente estadounidense Donald Trump anunció este martes una medida arancelaria que impactará fuertemente a sectores clave: un arancel del 50% al cobre y una posible tasa de hasta 200% a productos farmacéuticos. La decisión fue comunicada durante una reunión de gabinete realizada en Washington, en la que Trump dejó claro que estas acciones forman parte de una estrategia para proteger la industria nacional y frenar la deslocalización de empresas. Este anuncio se produce en un contexto de tensiones comerciales y busca fomentar la producción interna en Estados Unidos, afectando directamente a sectores vinculados a metales y medicamentos importados.
El arancel del 50% sobre el cobre es una medida inédita y sorprendente, dado que el metal es un insumo fundamental para múltiples industrias, incluyendo la electrónica y construcción. Tras la declaración de Trump, los futuros del cobre en el mercado Comex de Nueva York experimentaron una subida de hasta un 17%, la mayor ganancia intradía en más de tres décadas. Esta alza refleja la expectativa de una reducción significativa en el suministro barato de cobre extranjero y anticipa un impacto global en los precios del metal. El secretario de Comercio, Howard Lutnick, señaló que la investigación sobre este impuesto ya concluyó y anticipó que podría entrar en vigor a finales de julio o principios de agosto, consolidando la postura proteccionista del gobierno estadounidense.
Asimismo, la industria farmacéutica enfrenta una amenaza aún más severa: Trump advirtió que impondrá un arancel del 200% a los medicamentos importados si los fabricantes no trasladan sus operaciones a Estados Unidos dentro del próximo año o año y medio. Esta política apunta a revertir años de deslocalización que, según el presidente, han puesto en riesgo la seguridad nacional al depender de cadenas de suministro externas para productos médicos esenciales. Empresas farmacéuticas de renombre, con instalaciones en países como Irlanda, están bajo la lupa, dado que el superávit comercial irlandés con Estados Unidos, originado en buena parte por exportaciones farmacéuticas, ha sido un punto de fricción recurrente para la administración Trump.
Los anuncios del mandatario llegan en un momento crucial, justo antes de que venza un plazo para renegociar o sustituir los aranceles recíprocos que afectan a diversos socios comerciales. Hasta ahora, Washington solo ha cerrado acuerdos con China, Reino Unido y Vietnam, mientras que otros socios, incluida la Unión Europea, podrían enfrentar nuevas medidas. La amenaza de Trump no solo es un mensaje a las empresas y países que comercian con Estados Unidos, sino también una señal clara de su compromiso con una agenda de industrialización y autosuficiencia económica dentro del país.
Los efectos de estos nuevos aranceles podrían ser profundos y extendidos. Para los sectores que dependen del cobre, el aumento del 50% en los costos implicará ajustes en precios y cadenas de producción, posiblemente trasladando a los consumidores un encarecimiento de productos electrónicos, construcción y automóviles eléctricos. En el caso farmacéutico, la política de aranceles severos busca incentivar la relocalización y aumentar la producción nacional, pero podría generar tensiones internacionales y aumentos en el costo de medicamentos a corto plazo, además de modificar la dinámica de inversión extranjera directa en el sector.
Este giro en la política comercial estadounidense reafirma la postura proteccionista que ha caracterizado la administración Trump y que continúa generando incertidumbre en los mercados globales. Los gobiernos y empresas afectadas deberán evaluar sus estrategias de producción y comercio para mitigar los impactos de estos aranceles. En este escenario, será clave monitorear la respuesta de los socios comerciales y la evolución de las negociaciones bilaterales y multilaterales en el horizonte cercano, con el fin de anticipar y adaptarse a un entorno cada vez más restrictivo y competitivo.
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