Hoy se conmemora el 196 aniversario luctuoso de María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón, mejor conocida como «La Corregidora de Querétaro», una de las figuras más emblemáticas de la Independencia de México, quien falleció el 2 de marzo de 1829 en la Ciudad de México víctima de una pleuresía.
Nacida el 19 de abril de 1773, Josefa Ortiz recibió una educación privilegiada en el Colegio de las Vizcaínas, una de las pocas instituciones novohispanas dedicadas a la formación de mujeres. En 1793 contrajo matrimonio con el abogado Miguel Domínguez, quien posteriormente fue nombrado Corregidor de Querétaro. En esta ciudad, Josefa se ganó el aprecio de criollos, indígenas y mestizos gracias a sus obras de caridad y su constante protección a los más desvalidos.
Tras la crisis política de 1808 desatada por la invasión napoleónica a España, Josefa convirtió su casa en Querétaro en el centro de la conspiración independentista. Bajo la fachada de tertulias literarias, personajes como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y los hermanos González se reunían para planear el levantamiento. La Corregidora no solo facilitó el espacio, sino que participó activamente informando sobre cualquier novedad y asegurando la comunicación entre los conspiradores.
El papel más decisivo de Josefa Ortiz ocurrió en septiembre de 1810, cuando alertó a los insurgentes que la conspiración había sido descubierta, lo que precipitó el inicio del movimiento independentista. Este acto de valentía le costó ser aprehendida por las autoridades virreinales. Años después, en 1813, fue nuevamente arrestada y recluida en el Convento de Santa Teresa en la Ciudad de México, donde permaneció hasta 1817, cuando fue liberada gracias a la intervención de su esposo.
Tras la consumación de la Independencia, Josefa Ortiz mantuvo sus principios republicanos al rechazar formar parte de la corte imperial de Agustín de Iturbide, considerando que contradecía los ideales por los que había luchado. Durante la República, se mantuvo cercana a los círculos políticos pero rechazó cualquier recompensa por su participación en la gesta independentista. Sus restos descansan desde 1894 en el Panteón de los Queretanos Ilustres, como testimonio de su invaluable contribución a la libertad de México.
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